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martes, 19 de junio de 2007

versión corregida relatoría del 1 de Junio

RELATORÍA DE LA JORNADA DEL 1 DE JUNIO.
Relatora: Lil Martha Arrieta
El tema que se abordó en la sesión del seminario es el de algunos modelos y teorías acerca de la producción escrita: el modelo de Flower y Hayes, el modelo de Bereiter y Scardamalia, el modelo de Van Dijk y Kintsch y los aportes de la nueva retórica. Se consideraron las propuestas y los aportes desde los distintos autores, reflexionando al mismo tiempo sobre la puesta en práctica de las estrategias en una situación particular de escritura.
La pregunta sobre cómo es que producimos un texto escrito resulta compleja si tenemos en cuenta los diversos factores sociales, cognitivos, metacognitivos, psicológicos que influyen en dicho proceso. En primera instancia, partimos del reconocimiento de que se ha avanzado hacia teorías y modelos que conciben la escritura como proceso y no como producto, se ha pasado de teorías exclusiva o predominantemente cognitivas a teorías sociales y de interacción entre lo cognitivo y lo social. De unos esquemas lineales y jerarquizados a unos integradores y recursivos.
Flower y Hayes trabajan desde un enfoque cognitivo, confiriéndole más importancia a éste que a aspectos sociales. Se aclaró que la revisión del modelo por parte de los autores, a la luz de las críticas, permitió que tuvieran más en cuenta el contexto. Al respecto se anotó que no es que lo social determine lo cognitivo o viceversa, tanto el contexto guía la cognición como a su vez la cognición media el contexto. Por esta razón, su teoría avanzó (o intentó avanzar) hacia un proceso de interacción en la producción textual.
La propuesta de Flower y Hayes busca explicitar las estrategias a través de las cuales actúa un escritor. Las investigaciones de Flower y Hayes se basan en “análisis de protocolos”, con lo cual se estudian los procesos que los escritores tienen en mente (y verbalizan) en el momento de la actividad de composición.
Critican el modelo de etapas de Rohman, el cual divide el proceso de escritura en tres etapas: pre-escritura, escritura y re-escritura. Las críticas que recibió fueron las de ignorar el proceso mental del escritor en la producción de los textos. Subsistiría, de esta manera, un punto de vista instruccional, normativo, en tanto presenta una jerarquía (lineal) de las etapas a seguir para producir un texto escrito. Además, se conserva la concepción del texto escrito como producto. Lo que hacen estos autores (Flower y Hayes) es ampliar y tomar estas etapas como tres momentos: planificar, redactar, examinar, pero desde un punto de vista recursivo, flexible e integrador. Esto en cuanto consideran que estas dinámicas no se dan en un orden prefijado sino durante todo el proceso de escritura. El “monitor” es lo que permite ir y venir de un momento a otro.
El proceso de escritura implica entonces una constante planificación y revisión de su composición. En este sentido, se habla de sub-procesos, a los que el escritor va recurriendo según las necesidades particulares, los propósitos, el género en que se inscribe el texto, la imagen que construya de interlocutor, entre otros factores.
Es importante señalar que el modelo de flower nos remite a tres procesos que se componen de subprocesos. El primero tiene que ver con las condiciones externas a la tarea, de la que hacen parte el problema retórico y el texto que se va construyendo; los procesos de escritura, que involucra la planificación, la redacción y examinar; por último, la memoria a largo plazo. Con esta se hace referencia a: los conocimientos y experiencias del mundo, de los temas abordados (en términos de Eco, la enciclopedia), las experiencias de escritura (quizás en nuestros hábitos sociales de escritura ejercitemos la producción de un tipo de texto más que otros, si se tratara de escribir poesía, una carta, un texto argumentativo).
Además de considerar estos procesos como la planificación, la redacción y revisión, y la memoria a largo plazo, reconocen el problema retórico, (tal como se señalo en el párrafo anterior), como un aspecto fundamental del modelo. Éste tiene que ver con el tema, la audiencia y los propósitos del escritor, desde los cuales se piensa la composición. En el proceso de escritura nos interrogamos sobre qué forma global le damos al texto, qué modos de procedimiento resultarían adecuados para tratar ciertos temas, cuál es mi interlocutor (que decíamos puede ser la misma persona, un grupo, una sola persona… ¿Es posible un auditorio universal?).
Comprender la situación retórica supone también saber “leer el contexto”, asumir nuestro rol como escritor: en qué posición me ubico con respecto a un interlocutor, cuáles serían las exigencias del contexto, qué resulta pertinente o no, qué tanto conozco de las expectativas del auditorio.
Aún cuando en este modelo se aborda el problema retórico, la teoría de la nueva retórica de Perelman y los aportes de Ann Berthoff son los que desarrollan este campo de estudio. Se aclaró que la nueva retórica no se entiende como una ruptura con la retórica griega antigua sino como recuperación para constituirse en una crítica al racionalismo cartesiano, a toda pretensión de verdad absoluta. El criterio de evaluación de los argumentos no es en términos de verdadero o falso, sino de verosimilitud, y su fin es acrecentar la adhesión de un auditorio a las ideas propuestas. El concepto de audiencia resulta significativo ya que tanto ésta como el escritor se encuentran inmersos en una cultura, en grupos sociales determinados, comparten valores, jerarquía de valores, en palabras de Perelman, “lugares comunes”. Por tanto, el proceso escritural implica pensar estos factores. Al respecto, se reconoció que este fenómeno ocurre igualmente en el diálogo interno, cuando el interlocutor es la misma persona, pues si intenta convencerse de algo, es apelando a sus propios criterios, opiniones, afecciones.
Ann Berthoff apunta igualmente a la construcción social del conocimiento y el aprendizaje colaborativo, proponiendo la escritura cooperativa en la escuela. En este sentido, la gestión del texto se construye en las interacciones, en el intercambio de opiniones, actitudes, de experiencias.
Berthoff confiere relevancia al trabajo metacognitivo del escritor: toma de conciencia de las decisiones tomadas en la producción escrita, de acuerdo a la situación: para qué se escribe, a quién se escribe, por qué, cómo. Una revisión de la escritura conlleva a preguntarse sobre si decimos lo que queremos decir (y en esto estaría la coherencia semántica, en la construcción de significados), es decir, se constituye en “interpretación de las interpretaciones”. Por esto prefiere hablar de revisión y no de corrección.
Otro modelo que aborda los procesos cognitivos de la producción escrita es el de Bereiter y Scardamalia. Según estos autores, de acuerdo a las estrategias que lleva a cabo el escritor en el proceso de composición se hablará de una instancia del “decir el conocimiento” o de “transformar el conocimiento”. El primero hace referencia a un “contenido del conocimiento” y el segundo a un conocimiento del contenido”. En el proceso de decir el conocimiento la prioridad es el desarrollo del tópico (aún cuando éste carezca de coherencia global). Es la actualización o activación de lo que conozco sobre el tema (recuperación semántica) a través de: identificadores de tópico, identificadores de género, búsqueda de constructor en la memoria, activación de contenidos (83). En el modelo de transformar el conocimiento el escritor, al tiempo que activa sus conocimientos sobre el tema, sus experiencias, su memoria a largo plazo, se pregunta por el cómo se dice, a quién se dice, es decir, el problema retórico. (O lo que los autores denominan conocimiento discursivo). Así mismo, toma conciencia de sus procesos y estrategias.
De esta manera, la escritura también es concebida como una resolución de problemas y para ello se hace necesario un análisis del problema y establecimiento de objetivos. Flower estima que “en un enfoque centrado en la resolución de problemas se asume que a menudo existe una “mejor” manera de enfrentar un determinado aspecto de la producción del texto escrito y que los escritores pueden sustancialmente expandir su repertorio de estrategias de acuerdo a múltiples y diversas variables emergentes”. (90). De allí se infiere que a medida que hacemos el ejercicio metacognitivo, de preguntarnos por los procesos y estrategias por la que optamos en determinadas actividades de escritura, mejoraremos en el campo de la producción, así como en la comprensión textual.
El modelo propuesto por Van Dijk y Kintsch presenta una perspectiva psicolingüística de la producción escrita, describiendo cómo el escritor pone a funcionar unas estrategias para la construcción de la macroestructura y microestructura. Estas acciones surgen teniendo en cuenta un modelo de situación. En relación con esto, se anotó que la dirección de la micro a la macroestructura varía según las necesidades particulares de escritura, el tipo de texto, las características del escritor. En este sentido, tiene que ver con las prácticas discursivas y con las intencionalidades.
Los autores proponen un plan global, es decir, la representación mental de las acciones en el proceso de escritura, la planificación, articulando una teoría de la acción y la representación de esas acciones. Este plan global se constituye en un plan semántico y un plan pragmático, los cuales actúan conjuntamente en la construcción de significados. (macroactos). Esto implica el reconocimiento de unas intenciones y propósitos. La pregunta es en qué situaciones se producen determinados textos, qué elecciones hacemos en cuanto a organización del texto, coherencia global, selecciones de los recursos léxicos, el estilo, qué omisiones hacemos, entre otros.
Retomando las propuestas presentadas, señalamos que las preguntas generadas durante los procesos de producción escrita apuntan, más que a aspectos formales, a situaciones como: por qué se eligen determinados recursos o estrategias lingüísticas y no otras, por qué presentar las ideas en un orden específico, es decir, al problema retórico. De esta manera, examinar es mirar si las ideas coinciden con lo que queríamos decir, con la intención.
Dentro de las preguntas que se hicieron a lo largo de la presentación de los modelos, está la de cómo representar en estos esquemas la motivación y el aspecto afectivo, como factores determinantes en el proceso de escritura. Además, retomando los comentarios a partir de la lectura de la relatoría, se señaló que en el modelo de Flower y Hayes, aún siendo básicamente cognitivos y tratar de implementar lo social, dejan de lado aspectos básicos dentro de la misma cognición. En este sentido, a pesar de la elaboración de una teoría interactiva y la aplicación hacia la enseñanza de la composición escrita como proceso estratégico, cognitivo y social, no se considera el papel de la memoria a corto término. Otra crítica que se le haría es que no existe una profundización en el cómo es que interactúan entre sí los diversos sub-componentes del proceso de producción.
Así mismo, se cuestionó la ubicación de “el texto que se va produciendo” (en modelo de Flower y Hayes) en las condiciones externas a la tarea, pues ese texto que se va produciendo implica una actividad mental. Por tanto, no sería sólo la parte física, sino también los procesos mentales, lo interno. En otras palabras, retomando el comentario de la profesora Gloria, “el cuestionamiento es pensar que ambos procesos son externos cuando ambos implican representaciones mentales. En términos más precisos serían internos-externos, porque existen también como objetos empíricos (las páginas o pantallas que se van llenado de signos lingüísticos) y los destinatarios”.
El ejercicio de reflexionar sobre los procedimientos y estrategias que llevamos a cabo en la producción escrita durante un seminario de la maestría, resultó reveladora, en cuanto coincidimos en ofrecer explicaciones acerca de la escogencia del tema, las herramientas conceptuales, la planificación y las teorías desde las que nos ubicamos, sin embargo no consideramos aspectos concernientes al problema retórico, como por ejemplo, el de la audiencia. Así como tampoco consignamos lo referente a la memoria a largo plazo: los conocimientos sobre el campo temático, las experiencias pasadas, y nuestra motivación y afecto por trabajar en dicho proyecto de escritura. Antes coincidimos en resaltar la etapa de revisión bibliográfica, reflejando nuestro interés por retomar y “aplicar” teorías de los autores vistos durante el seminario. Lo que se tomó como un síntoma: “la certidumbre de la incertidumbre”.
Creo que habría que tener en cuenta además, el contexto en el que hacíamos el ejercicio de escribir sobre esta experiencia. Se consideró que quedaron implícitos ciertos aspectos debido al conocimiento compartido sobre la situación del trabajo.

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